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La Vitalidad es el presente. Todo está en la vida y es la vida, los cuerpos mueren pero la vida continúa, es eterna. Siempre se está en medio de la vida y la vida en medio de nosotros. Nos atravisa para llegar a otros, así como atravesó a otros, para llegar hasta nosotros. La vida es incontrolable, poderosa, inalienable, misteriosa, creativa. La vida es salvaje: es el amor.



viernes, 2 de septiembre de 2011

Spinoza, el Cristo de los filósofos

En su interesante artículo Spinoza, el Cristo de los filósofos: hacia una concepción deleuzeana de lo Uno y lo Múltiple, José Ezcurdia nos deja ver una interesante y por demás sugestiva interpretación de esta afirmación que Deleuze hace de Spinoza en ¿Qué es la filosofía?:

“Tal vez éste sea el gesto supremo de la filosofía: no tanto pensar El plano de inmanencia, sino poner de manifiesto que está ahí, no pensado en cada plano. Pensarlo de este modo, como el afuera y el adentro del pensamiento, el afuera no exterior o el adentro no interior. Lo que no puede ser pensado y no obstante debe ser pensado una vez, como Cristo, que se encarnó una vez, para mostrar esta vez la posibilidad de lo imposible. Por ello Spinoza es el Cristo de los filósofos, y los filósofos más grandes no son más que apóstoles, que se alejan y se acercan a este misterio. Spinoza, el devenir-filósofo infinito. Mostró, estableció, pensó el plano de inmanencia “mejor”, es decir, el más puro, el que no se entrega a lo trascendente ni vuelve a confundir trascendencia, el que inspira menos ilusiones, menos malos sentimientos y percepciones erróneas…”

Ese mismo Spinoza al que llama en el mismo texto "el príncipe de los filósofos". A decir de Ezcurdia lo que nos hace ver Deleuze es lo que hace Spinoza, mostrar el sentido radical de un Dios encarnado, un Dios inmanente, hecho carne, materia, pensamiento e infinito, un Dios absolutamente infinito.

Pues en varias cartas y textos Spinoza habla de Cristo como del entendimiento, por ende, como la totalidad de la que forma parte el entendimiento. En tales términos, que hacen pensar que Spinoza cree en Cristo, si bien a su manera, que cree en él, aunque nunca hay que perder de vista, como marrano o criptojudío, la prudencia que tenía al expresarse de cualquier manera pública e incluso clandestina en términos estrictamente cristianos.

La tesis de Ezcuardia no deja de ser sugestiva, que Spinoza es radicalmente cristiano, el primer auténtico cristiano a la manera de ese cristianismo del que Nietzsche criticaba carecer a la iglesia católica, y que traiciona el mensaje de ese espíritu libre que era Jesús, un cristianismo en el cual Dios está presente en todo en una auténtica dimensión de la eternidad donde no existe trascendencia sino pura inmanencia, un Cristo de la inmanencia absoluta que se convierte en el pensamiento deleuzeano en el concepto del plano de inmanencia: el Dios de Spinoza. Y que Spinoza entrega a la teología como un "Cristo bomba" que hace estallar las categorías escolásticas en las que se pretende fundar no solamente una manera de creer y de vivir, sino sobre todo, la estructura socio-política donde de la concepción de un Dios trascendente y lejano depende un orden jerárquico y por completo ajeno e impuesto al grueso de los hombres.

Dibujo realizado por San Juan
de la Cruz en el cual están inspirados
los cristos de Dalí.